La mayoría responde desde la lógica natural: “haciendo lo correcto”, “creyendo”, “portándose bien”, “arrepintiéndose”, “orando” o “decidiendo seguir a Dios”. Pero nada de eso aparece en la Biblia como puerta de entrada. De hecho, pensar así es la evidencia de que seguimos mirando todo desde nuestra naturaleza, como si dependiera de nosotros alcanzar algo espiritual.
La verdad es mucho más profunda:
El ser humano no puede entrar al Reino de los Cielos porque nace fuera de él, separado de Dios, incapacitado y esclavo de una naturaleza que jamás podrá acercarse por sí misma.
Por eso Jesús no dijo: “Este es el camino para entrar”.
Dijo: “El Reino de los Cielos se ha acercado.”
El Reino no es un lugar al que tú vas; es una realidad que descendió hasta nosotros en la persona de Jesucristo.
Jesús explicó la única condición real:
“El que no naciere de nuevo no puede entrar en el Reino de Dios.”
No dice “el que haga”, “el que decida”, “el que sienta” o “el que crea con fuerza”.
Dice: “nacer de nuevo”.
¿Y quién produce ese nacimiento?
Jesús mismo se lo aclara a Nicodemo:
El nacimiento del Espíritu no depende de la voluntad humana, sino del Espíritu.
Aquí está la esencia:
Se entra al Reino cuando Dios te hace nacer en Cristo.
No cuando te portas bien, no cuando lloras, no cuando oras una oración, no cuando te emocionas, no cuando aceptas una idea.
Sino cuando el Espíritu Santo entra en ti y da vida donde antes solo había naturaleza caída.
Esto ocurre hoy, mientras estás vivo, no después de morir.
La muerte solo revela dónde estabas:
En Cristo, o fuera de Él.
Entonces la pregunta correcta no es:
“¿Qué debo hacer para entrar?”
La pregunta que despierta es:
“¿Qué está haciendo el Espíritu Santo conmigo ahora mismo?”
Porque es Él quien te está mostrando quién eres, quién es Cristo, y qué significa que su muerte y su resurrección destruyan al que te domina desde el nacimiento.
Y todo esto lo hace a través de la Palabra, porque es allí donde el Espíritu convence, abre los ojos y lleva al alma al Hijo.
Así es como alguien entra al Reino:
Cuando el Padre, por medio del Espíritu, lleva al alma al Hijo.
